lunes, 8 de septiembre de 2008

Trazos


De noche dibujaba sus sueños sin pensar en que tal vez se hicieran realidad. No sabía, la princesa, que es peligroso soñar despierto, que nunca se sabe lo que puede pasar. Por eso el carbón de sus dedos nunca desaparecía; por mucho que se lavara las manos no conseguía eliminar el rastro que impregnaba sus yemas. De día tropezaba con cada uno de sus dibujos sin darse cuenta de que era ella quien había moldeado sus figuras, sus deseos y hasta sus sueños. Y sin saberlo se adentraba en un bucle sin fin, en un laberinto sin salida, una espiral en la que no se sabía dónde empezaban sus propios sueños y los sueños de todo aquello que creaba con su manos. La última noche de ese último mes, dibujó un gato negro de ojos amarillos. El gato la miró y con un maullido la guió hasta lo que sería el final de su camino. A partir de entonces, pasaría a ser parte del sueño de otro.


Ilustración de Meritxell Ribas (Pincel de zorro)

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