lunes, 8 de septiembre de 2008

Pesadilla


No dormía desde hacía días. Se pasaba las noches enteras sentada en la cama, con los cinco sentidos atentos a cualquier cambio. Los días los pasaba como un fantasma, como un alma en pena; siempre con esa imagen grabada en su cabeza.
Ya no tenía lagrimas que derramar, ni fuerzas para soportar una noche más en vela. Había llegado el momento de hacer algo, necesitaba dormir. Necesitaba vivir.
Cuando a las cuatro de la madrugada apareció la sombra, cuando se acercó y empezó a subirse por los pies de la cama; agarró un cuchillo y lo clavó directo al corazón.
Su padre no volvió a molestarla nunca más.

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