lunes, 8 de septiembre de 2008

Sendas

Resguardada del mundo exterior, se siente capaz de cualquier cosa. Sus deseos más íntimos surgen ahora con más fuerza que nunca. En la oscuridad de su cuarto, dibuja caminos invisibles entre sus dedos y su piel morena, deja que sean ellos los que guien su imaginación. No pierde detalle, como si de un mapa se tratara, encuentra caminos que se bifurcan, sendas tortuosas, incluso pequeños senderos que no aparecen en plano alguno. En ese preciso momento cierra los ojos y contempla todo su cuerpo desde una posición privilegiada. Es ella misma la que está allí abajo, enredada entre las sábanas, con él a su lado. La escena se convierte en su mejor aliada, le susurra entrecortada que no deje de mirar, que no se pierda el detalle de su lengua entre sus pechos, ni el de su mano acariciando ese sol en su ombligo. Que no se pierda el instante en el que, enloquecida, grita su nombre para luego, quedarse hecha un ovillo, sola, en el centro de la cama.

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